Por Sergio Mejía Cano
Cuando se machacaba con el "beneficio" de la mal llamada Reforma Educativa que, hoy ya está plenamente comprobado que es más laboral que educativa, se ponía mucho énfasis en que la materia de historia debería de desaparecer del cuadro básico de educación dando prioridad a las matemáticas y al español.
Y si bien no se ha llevado a efecto al cien por cien, hoy en día se ve claramente que la historia es muy necesaria para las nuevas y futuras generaciones porque aunque se dan conocimientos de historia antigua tanto universal como nacional, muchos de los acontecimientos más contemporáneos al parecer han quedado fuera del cuadro de enseñanza, porque de no ser por datos que se dan fuera de los libros y gracias a las redes sociales, acontecimientos como el 2 de octubre (no se olvida) de 1968 ya estarían en el olvido; pero sobre todo en nuestros días me ha tocado ver con sorpresa que muchos jóvenes de preparatoria e incluso algunos ya cursando una carrera profesional ni idea tienen de aquel famoso crac del 87 y ni enterados están de que cuando los mexicanos ganábamos millones, se dio la moda de invertir dinero a plazo fijo porque por cada millón invertido daban un mil pesos de intereses y que gracias a estas acciones se logró empobrecer a miles y miles de mexicanos que con la ilusión de incrementar su dinero, vendieron bienes muebles e inmuebles para colocar a inversión el dinero producto de la venta de sus posesiones, ya que al fin y al cabo en un tiempo determinado podrían vivir con los puros intereses que les daba ese dinero metido a plazo dejando una parte de los intereses a reinversión y sacando una pequeña parte.
De muchos jóvenes pertenecientes a la nueva generación de mexicanos, sorprende que la mayoría ni idea tiene de esto, obvio que en estos casos mucho tendrían que ver los padres de familia; sin embargo, como somos muy dados los humanos a olvidar ya sea por conveniencia, dolor o por omisión, a muchos se les ha olvidado poner al tanto a sus descendientes por aquello de que vuelva de nuevo una tranza como la de los años 80 del siglo pasado.
Mucha gente le reclamaba a otra por no invertir en la Bolsa Mexicana de Valores, ya que estaba rindiendo buenos dividendos; pero también los que no invertían en la Bolsa tenían sus razones para no hacerlo, pues el país no estaba exportando más de lo que siempre había exportado, los movimientos bursátiles seguían pareciendo igual, así que los más sensatos percibieron que todo estaba inflado ficticiamente. Y sí, porque entonces se da el famoso crac de 1987 en donde infinidad de inversionistas en la bolsa, sobre todo los que no tenían ninguna experiencia en ese tipo de inversión, quedaron en la vil ruina y sin poder recuperar ni un cinco de lo invertido.
Igual quienes se dejaron ir con canto de las sirenas de esos un mil pesos que daban los bancos por cada millón que se invirtiera.
Tres, cuatro o máximo seis meses y ¡bolas don Cuco!, que se le da el tirón a la piola y que bajan esos intereses de un mil pesos por millón; así que toda esa gente que había vendido sus propiedades para meter dinero a inversión a plazo fijo, también se quedaron chiflando en la loma yéndose a engrosar las enormes filas de la pobreza. Por fin, ya había más mano de obra barata en nuestro país para poder hacer frente al sistema neoliberal que necesita de gente necesitada para aceptar bajos salarios por el simple hecho de tener algunas de las prestaciones de ley como seguridad social, Infonavit, Fonacot, etcétera. Muchos jóvenes de estas nuevas generaciones ignoran todo esto que por supuesto que también es historia.
Obvio que la brecha generacional tiene que decir mucho y que es muy difícil que coincidan en la forma de pensar jóvenes y adultos mayores y menos con quienes se auto nombran libres pensadores; y si bien hay muchachos que se dicen también de pensamiento libre, por lo regular se dan marcadas diferencias en determinados puntos de vista; y claro que no nada más hay diferencias de opinión entre jóvenes y ancianos, sino que también entre los que están en la etapa intermedia de la vida.
Sin embargo, esto de que haya disparidad de criterios es bueno, porque hay más tela de donde cortar para sacar una conclusión en donde las tres partes tengan en qué reflexionar porque nunca se deja de aprender, ya que hasta un niño de preescolar le puede enseñar algo a un anciano.
Pero lo que no deja de ser importante, es que todas las generaciones no hagan a un lado la historia para no volverla a repetir.
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